Jose Vasconcelos

Jurisconsulto, escritor, filósofo y político mejicano, nacido en Oaxaca el 28 de febrero de 1882 y muerto en Méjico el 30 de junio de 1959.Educador, Filosofo y Politico Latinoamericano que merece ser tributado , a continuación algunas de sus ideas.
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JOSE VASCONCELOS

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Jurisconsulto, escritor, filósofo y político mejicano, nacido en Oaxaca el 28 de febrero de 1882 y muerto en Méjico el 30 de junio de 1959. Estudió la carrera de Derecho en la Universidad Nacional de Méjico, donde fue condiscípulo de Alfonso Reyes y de otros jóvenes inquietos preocupados por el futuro de su país, que atravesaba una época caótica de revoluciones. Se doctoró en 1905 y ávido de cultura viajó por Norteamérica y Sudamérica con ánimo de formarse y engrandecer su patria. Escribió ya por entonces algunos artículos y ensayos de carácter filosófico que llamaron poderosamente la atención. En 1908 inició su carrera política en el partido de Madero, enfrentándose con la dictadura de Porfirio Díaz. Triunfante la revolución de Madero, no quiso aceptar ningún cargo administrativo, sino que, al contrario, prefirió siempre la soledad y la meditación para realizar su obra ideológica. Sin embargo, a la muerte de Madero fue fugazmente ministro de Instrucción Pública bajo la Convención de Obregón. En 1920 fue nombrado rector de la Universidad Nacional de Méjico, a la que dio un notable impulso, esfuerzo que más tarde redoblaría al frente del Ministerio de Instrucción Pública. Desde ambos cargos fomentó activamente la cultura del país destrozada por las luchas personalistas y trató de incorporar a su nación la cultura europea tradicional sin olvidar los rasgos característicos raciales, lo que sería fruto de su teoría de la «raza cósmica» y la «indología», afán ecuménico de fusión e incorporación de razas y culturas que había de ofrecer un importante paso a la evolución nacionalista de su país. En 1929 fue candidato a la presidencia del país, pero no consiguió alcanzar la suprema magistratura por su rigurosidad al juzgar la política violenta de Calles y Cárdenas. Pasó varias temporadas en España y otros países entregado a su labor de pensador y escritor. Una vez alejado de los cargos educativos, se entregó de lleno a proseguir su campaña educativa desde la revista La Antorcha, fundada por él, que era una palestra de lucha por la nueva cultura mejicana. En 1922, cuando ya era reputado como el maestro de Méjico por excelencia, fue nombrado embajador especial en las fiestas del centenario de Brasil y Argentina. Por entonces su panamericanismo y sus doctrinas raciales y culturales encontraban un eco importantísimo en todo el ámbito hispanoamericano. Posteriormente ocupó los cargos de director de la Biblioteca Nacional y rector de la Universidad de Sonora. Era doctor honoris causa de varias universidades sudamericanas, y en 1950 fue nombrado presidente del Congreso de Cooperación Intelectual celebrado en Madrid bajo los auspicios del Instituto de Cultura Hispánica. En cuanto a su obra, es de una importancia fundamental dentro de la cultura hispanoamericana. Trata todos los temas relacionados con la cultura, desde los puntos de vista filosófico, estético (El monismo estético), ético, étnico (La raza cósmica), sociológico (Indología), &c. Su teoría de la raza cósmica, que desarrolló en su libro y en muchas conferencias, se ha hecho muy famosa entre los estudiosos de los problemas hispanoamericanos. Según ella, el ser hispanoamericano es resultado de una fusión que al producir una síntesis racial exige una nueva cultura que ha de dar su substrato a la evolución cultural de Hispanoamérica.

En Indología se sintetizan también las dos culturas antagónicas, la latina y sajona, que vienen a ser los fundamentos de la cultura indocósmica. Estas teorías eclécticas ofrecieron en su tiempo un gran incentivo a la juventud. Hoy día, debido al rápido transcurso de los acontecimientos, han perdido, naturalmente, sugestividad, pero no por ello deben dejar de admirarse como resultado del espíritu ecuménico y antirracista de su creador. La obra del pensador mejicano es variada y entresacamos a continuación varios títulos aparte de los expresamente citados: Estudios indostánicos, Prometeo vencedor, Metafísica, Pesimismo alegre, Bolivarismo y monroísmo, Ulises criollo, Breve historia de Méjico, Historia del pensamiento filosófico. –José María Rodríguez Méndez.

Fuente e información en : http://www.filosofia.org/aut/001/razacos.htm

El Filósofo**

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«Maestro de las juventudes de América» le llamaron los estudiantes de América del Sur, que vieron en el hombre que escribía una Metafísica y militaba en las filas de Madero la clave para entroncar el mundo ideal de la cultura con el mundo real de la vida patria. Prefirió siempre ser filósofo en el sentido platónico y por eso su magisterio se ejerció, sobre todo, a través de su obra escrita. Maestro ,también por la magnífica y valiente defensa de su estirpe hispánica -bastaría leer la Breve Historia de México y De Robinson a Odisea- y por su manera fuertemente personal de encararse con los problemas filosóficos; por las inestimables sugerencias que brinda y hasta por las violentas reacciones que suscita. Si cabe hablar de genios en Ibero América, nadie con mejor derecho para ser clasificado así que el creador de la Filosofía estética.

Estética no es para v. el tratado de lo bello. Es algo muy diverso. Consiste en redimir el mundo físico trocándole su ritmo de material en psíquico. Los cuadros de, la Naturaleza, destinados a desaparecer, son salvados por el hombre que los conmuta en ritmo, armonía y contrapunto. El amor, alma de la Estética, es la fuerza que emprende la reintegración de lo disperso a lo Absoluto. La ley del espíritu (su función estética) es realizar una coordinación viviente de los heterogéneos sin sacrificar la cualidad. Las imágenes vivas de las cosas las maneja el espíritu humano en el crisol de su triple a priori estético: ritmo, armonía y contrapunto. Aquí reside la belleza. La operación estética, en esencia, radica en aislar la cosa de su ritmo nativo, a fin de incorporar su movimiento al ritmo del alma. Estamos en el reino del subjetivismo. Con mente kantiana, V. adopta las ideas de Nietzsche sobre la tragedia griega, convirtiéndolas en categorías; y añade a las dos categorías nietzscheanas de la belleza, apolínea y dionisiaca, una más: la mística. Cree V. que ha descubierto nada menos que un órgano estético en el hombre. Este órgano, que posee un sentido de orientación y que nos lleva a un equilibrio energético de composición, lo encuentra V. en los conductos semicirculares a donde convergen las impresiones cerebrales conscientes y las sensaciones internas o cenestesia, brotando de este concurso la unidad fundamental del yo.

El ser se manifiesta por caminos de emoción existencial (Metafísica, 1929). En la cosmología emanatista y dinámica de V ., que niega implícitamente la extensión, el Universo se presenta como un cuerpo único con irradiaciones emotivas. Todo es ser y todo, para ser, participa en una misma sustancia, aunque en diverso grado y calidad, según su cercanía del Ser Absoluto. Si la esencia de lo ético es el acto teleoklino que se rige por ciertas normas, ética será, para nuestro filósofo, «toda disciplina de vida», toda potencia que se traduzca en acto. También en la Ética (escrita en 1932) es fácil reconocer el platonismo de Vasconcelos. El Absoluto, último y supremo fin de todo lo existente, atrae al hombre, libremente, para que redima y salve a la Naturaleza ciega sumida en la inconsciencia. La Naturaleza, sedienta de unidad redentora, es un dócil instrumento del hombre para la trasmutación a planos espirituales.

En Filosofía, V. reclama el derecho a que se juzguen como originales suyas las tesis siguientes: a) La teoría del apriori estético, en la cual se afirma que el fenómeno de la belleza obedece a formas específicas, que son: el ritmo, la melodía, la armonía y el contrapunto, independientes de las formas lógicas aristotélicas. (Salta a la vista la mera trasposición de la estructura musical, por lo que no es nada original). b) La teoría de la coordinación mental que liga conjuntos heterogéneos. Cuando pensamos en un objeto, p. ej., ponemos en un sector de la mente lo que. nos dicen de él la Física, la Química, la Literatura, y así la labor del filósofo consiste en coordinar esas esferas del conocimiento para lograr algo que ya no es logos sino armonía. La verdad, en consecuencia, ya no es la reducción de lo particular a lo general, piensa nuestro filósofo, sino el secreto de la coordinación de valores irreductibles uno al otro, pero que se ligan por la vida y la acción, dando por resultado una existencia como armonía. c) En su ensayo intitulado La Sinfonía como forma literaria, V. lanzó por primera vez la tesis de que el arte supone la combinación de elementos heterogéneos que se coordinan en forma no intelectual, sino armónica y estética, a fin de producir efectos de conjunto, que son perfectamente inteligibles y además sensibles y que no tienen nada que ver con las conclusiones lógicas de la mente. Esta tesis coincide con las ideas sobre la belleza del poeta Elliot, en sus Cuartetos, escritas como diez años después, según lo ha hecho notar el filósofo norteamericano Philip Wheelwright.

El político

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La figura de Vasconcelos es recordada por su profunda influencia en el México moderno. Su participación en la vida política del país, coincide con momentos históricos fundamentales en la conformación de nuestra identidad nacional. Y ya de cepa la ideología de Don José, estaba predeterminada. Los abuelos maternos, distinguidos liberales oaxaqueños, dieron refugio a Porfirio Díaz en 1857, en la comunidad de Tlaxiaco, detalle que después sería cuestionado en el imaginario del joven Vasconcelos ante la dictadura porfirista.

Abogado exitoso, Vasconcelos trabajó en su juventud, representando a compañías norteamericanas, hasta que iniciado el proceso revolucionario fundó junto con Gustavo y Francisco I. Madero, Filomeno Mata, Roque Estrada, Félix Palaviccini, Luis Cabrera, entre otros; el Centro Antirreeleccionista, en 1909, bajo el lema "Sufragio efectivo no reelección" expresión que se presume de su autoría y que sería pilar en la lucha contra el régimen de Díaz.

Por aquella época, editó al lado de Palaviccini, el periódico El antirreeleccionista, por diversos artículos ahí publicados fue presa de persecuciones, las cuales motivaron su primer exilio; estableciéndose en Nueva York, donde fungió como agente confidencial de Madero en Washington hasta la caída de Porfirio Díaz.

Después del derrocamiento de Don Porfirio, regresó a México y se convirtió en el intelectual del maderismo, defendiéndolo a través de la prensa. Con el paso de la Historia, los revolucionarios proclives a Madero, fueron sustituidos por huertistas, villistas, carrancistas, zapatistas, etcétera.

Con Carranza, Vasconcelos también trabajó como agente confidencial, esta vez ante gobiernos europeos, como el francés y el inglés, pero de regreso en México y ante algunas críticas que vertió sobre el proceder de Venustiano Carranza, éste último ordenó orden de arresto contra él, lo que redundó en un nuevo exilio.

En 1920 ofreció su respaldo al Plan de Agua Prieta, aunque "Vasconcelos jamás apoyó a Victoriano Huerta; pero sus ataques resultaron blandos y casi amistosos en comparación con los que lanzaría contra Carranza, Calles, Cárdenas". (Blanco, José Joaquín. Se llamaba Vasconcelos. FCE. México. 1996. pp. 61) Ese mismo año, Huerta lo nombró Jefe del Departamento Universitario y de Bellas Artes.

Después de su renuncia a la Secretaría de Educación, en 1924, Vasconcelos fue candidato al gobierno del Estado de Oaxaca, perdió y se volvió a alejar del país. Regresó en 1928 y en 1929 fue postulado a la Presidencia de la República por el Partido Nacional Antireeleccionista. Ganó la simpatía popular; sobresaliendo el apoyo estudiantil, sin embargo, el triunfo fue para el candidato oficial Pascual Ortiz Rubio, en una de las primeras sombras de fraude electoral documentadas en México. En diciembre de ese año, José Vasconcelos proclamó en Sonora el Plan de Guaymas, que le valió la cárcel. Tras recuperar la libertad, volvió a exiliarse en tierras europeas.

**Tomado de: A. Basave Fernández del Valle. La Filosofía de José Vasconcelos. México. 1973. pp 315

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