TRIBUTO DE JUAN PABLO II A MARITAIN
HOMENAJES
TRIBUTO DE JUAN PABLO II
A JACQUES MARITAIN
(Carta al Rector de la Universidad Católica de Milán, con motivo
del Coloquio “Jacques Maritain Hoy Día”, organizado por la
Universidad, en Octubre de 1982, en conmemoración del primer
centenario del nacimiento de Maritain)
He sabido con satisfacción que, con motivo del primer centenario
del nacimiento de Jacques Maritain, la Universidad Católica del
Sagrado Corazón de Milán, ha organizado un coloquio internacional
consagrado al estudio de las intuiciones fundamentales de un
filósofo cristiano que ejerció y continúa ejerciendo aún ahora una
influencia considerable sobre la filosofía y sobre la cultura de
nuestro tiempo. Esta iniciativa merece ser destacada, sobre todo
teniendo en cuenta que se trata de rendir homenaje a un hombre
que, a pesar de la comercialización de los tiempos, permanece como
testigo eminente de la fe y como uno de los heraldos más
significativos de la razón.
En verdad, junto a Raïssa, quien se convertiría en compañera
inseparable de su vida y en colaboradora de sus obras, Maritain
vivió, en su juventud, una crisis profunda y dolorosa, ya que las
enseñanzas de sus maestros cientistas y fenomenológicos que había
seguido, lo había conducido a “desesperar” de la razón.
Ahora bien, después del bautismo, ocurrió el feliz descubrimiento
del pensamiento de Santo Tomás. “Lo que ahora experimentaba –
confesaría más tarde – fue como la iluminación de la razón. Mi
vocación de filósofo despertó en toda su claridad”, (JM, ‘Le
Philosophe dans la Cité’, París, 1960, pp. 23-24). Comprendió en
ese momento que, presentados en su autenticidad y pureza, los
principios de la filosofía del Doctor Angélico – considerado por
él como el “apóstol de los tiempos modernos” –, podían iluminar
los problemas de nuestro tiempo, permitiendo acoger en un sistema
amplio y viviente todos los valores y todas las verdades que las
ciencias, las artes y el pensamiento contemporáneo habían
actualizado. Supo reconocer la actualidad de un pensamiento
superior, “con todo el poder de avanzar en la conquista de nuevas
áreas de descubrimiento justamente porque sus principios son
firmes y orgánicamente interrelacionados.” (Op.Cit., pp. 26).
Esa “iluminación de la razón” suscitó en el joven Maritain una
adhesión tan profunda al pensamiento de Santo Tomás que, por un
movimiento espontáneo de su espíritu, llegó a ser uno de los
principales artesanos del “renacimiento tomista” que el Magisterio
de la Iglesia, con León XIII, había deseado y promovido en
respuesta a las principales demandas de la cultura moderna y para
contrarrestar el divorcio “contre natura” entre la razón y la fe
(Encíclica ‘Aeterni Patris’, 1879). A esa vocación, por la que
soportó fatigas, incomprensiones y oposiciones, permanecería fiel
hasta el día de su muerte.
No se trataba para él de repetir fórmulas, sino, a la luz de un
pensamiento tan elevado que escapa a las vicisitudes y al desgaste
del tiempo, realizar la obra del pionero, lealmente innovadora
gracias al aporte de una contribución verdaderamente original a la
reflexión filosófica e incluso teológica, en numerosos ámbitos,
entre ellos la metafísica, la antropología, la moral, la filosofía
del arte, la epistemología, la filosofía de la naturaleza, la
filosofía política y de la historia, la filosofía de la cultura y
la pedagogía, la liturgia y la contemplación. Lo hizo, a pesar de
las circunstancias a menudo difíciles y a pesar de algunos
aspectos discutibles de su pensamiento, con un coraje y un
espíritu de justa autonomía de la razón que en él iban juntos al
amor por la Iglesia y a la docilidad al Magisterio.
Adhiriendo con toda el alma a la fe católica, Jacques Maritain
consideró la investigación filosófica como una “sabiduría de la
razón no cerrada sino abierta a la sabiduría de la gracia”
(Op.Cit., pp. 27). Apertura y capacidad de recepción que lo llevó
a la universalidad de la filosofía del ser, a esa filosofía del
actus essendi, cuyo valor trascendental es ser la vía más directa
para elevarse al conocimiento del Ser fundamental y del Acto por
el cual es Dios.
Más que ningún otro elemento, Jacques Maritain puso en evidencia
esta intuición central de la filosofía de Santo Tomás, que merece,
en este sentido, ser llamada “filosofía de la proclamación del
ser”, “himno en honor de la existencia” (Discurso ‘Angelicum')
La atención al ser, es decir, a toda la realidad, conduce a la
comprensión de la armonía dinámica de los grados del saber, a su
unión articulada en la pluralidad. En esta perspectiva se
reconcilian ciencia y sabiduría, razón y fe, filosofía y teología,
filosofía y ciencia, saber especulativo y saber práctico. Con
Maritain, la filosofía del ser pasa a ser la filosofía del
espíritu, de la persona y de la libertad.
Se puede afirmar que el sentido de la trascendencia y de la
libertad, en la filosofía política y en la filosofía de la
historia, constituyen la inspiración más alta del pensamiento de
Maritain. Observador lúcido de esas aberraciones monstruosas de
nuestro siglo que son los totalitarismos, con sus secuelas de
horrores y sufrimientos, está persuadido que una justa concepción
de la persona humana es la base necesaria de toda construcción
social y política digna del hombre.
En efecto, en esta convicción se enraízan los principales temas
desarrollados por Maritain: la primacía de lo espiritual; la
afirmación de los derechos de la persona; la verdadera naturaleza
del bien común, que mira al bien de la persona; la investigación
de los medios de acción conforme a la dignidad humana. En el
momento oportuno, destacó la necesidad del diálogo y la
cooperación en una sociedad pluralista sin renegar de los valores
trascendentales y de su verdad.
Jacques Maritain, sin hacerse ilusiones sobre las dificultades de
la tarea ni sobre la longitud de la ruta a recorrer, tenía la
convicción de que, si el humanismo de la Encarnación debe inspirar
el proceso de civilización, requerirá necesariamente de un gran
heroísmo y de valientes iniciativas por parte de los cristianos.
Muchos aspectos de este pensamiento anticipador han pasado al
ámbito común, como la participación activa de muchos en la vida
socio-política, el sentido agudo de la justicia en un mundo de
desigualdades escandalosas,la solidaridad con los pobres
y los marginados, con los pequeños de este mundo,
y la reintegración de las masas.
Él era el hombre del diálogo. Sin compromiso cuando la verdad era
cuestionada, no fue nunca partidista en la defensa de sus propias
ideas, en particular de aquellas formadoras de opinión. Bajo esta
perspectiva, lanzó un reto que merece ser acogido por todos los
que quieren ser honestos servidores de una verdad que no es la
suya, porque los trasciende. Verdad que debe descubrirse en una
búsqueda que es, al mismo tiempo, compromiso de una investigación
seria desde el punto de vista científico, y apertura a la
contribución superior de la revelación, delante de la cual es
necesario tener una actitud de fe y de amor.
En eso Maritain fue realmente un maestro.
Es también por eso que su pensamiento concuerda ejemplarmente con
el gran proyecto del Magisterio de la Iglesia para el tiempo
contemporáneo: Revivificarlo y renovarlo todo en Cristo, poniendo
la fe en contacto con la cultura y la cultura en contacto con la fe.
Castel Gandolfo, 15 de Agosto del año 1982, cuarto de mi
Pontificado.
Joannes Paulus PP. II
TRIBUTO DE JUAN PABLO II A MARITAIN