Personalismo filosófico

El 15 de agosto de 1982 Juan Pablo II , A modo de homenaja por el centenario del nacimiento de Jacques Maritain, Destaca las ideas centrales de su filosofía .
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TRIBUTO DE JUAN PABLO II A MARITAIN

HOMENAJES

TRIBUTO DE JUAN PABLO II

A JACQUES MARITAIN

(Carta al Rector de la Universidad Católica de Milán, con motivo

del Coloquio “Jacques Maritain Hoy Día”, organizado por la

Universidad, en Octubre de 1982, en conmemoración del primer

centenario del nacimiento de Maritain)

He sabido con satisfacción que, con motivo del primer centenario

del nacimiento de Jacques Maritain, la Universidad Católica del

Sagrado Corazón de Milán, ha organizado un coloquio internacional

consagrado al estudio de las intuiciones fundamentales de un

filósofo cristiano que ejerció y continúa ejerciendo aún ahora una

influencia considerable sobre la filosofía y sobre la cultura de

nuestro tiempo. Esta iniciativa merece ser destacada, sobre todo

teniendo en cuenta que se trata de rendir homenaje a un hombre

que, a pesar de la comercialización de los tiempos, permanece como

testigo eminente de la fe y como uno de los heraldos más

significativos de la razón.

En verdad, junto a Raïssa, quien se convertiría en compañera

inseparable de su vida y en colaboradora de sus obras, Maritain

vivió, en su juventud, una crisis profunda y dolorosa, ya que las

enseñanzas de sus maestros cientistas y fenomenológicos que había

seguido, lo había conducido a “desesperar” de la razón.

Ahora bien, después del bautismo, ocurrió el feliz descubrimiento

del pensamiento de Santo Tomás. “Lo que ahora experimentaba –

confesaría más tarde – fue como la iluminación de la razón. Mi

vocación de filósofo despertó en toda su claridad”, (JM, ‘Le

Philosophe dans la Cité’, París, 1960, pp. 23-24). Comprendió en

ese momento que, presentados en su autenticidad y pureza, los

principios de la filosofía del Doctor Angélico – considerado por

él como el “apóstol de los tiempos modernos” –, podían iluminar

los problemas de nuestro tiempo, permitiendo acoger en un sistema

amplio y viviente todos los valores y todas las verdades que las

ciencias, las artes y el pensamiento contemporáneo habían

actualizado. Supo reconocer la actualidad de un pensamiento

superior, “con todo el poder de avanzar en la conquista de nuevas

áreas de descubrimiento justamente porque sus principios son

firmes y orgánicamente interrelacionados.” (Op.Cit., pp. 26).

Esa “iluminación de la razón” suscitó en el joven Maritain una

adhesión tan profunda al pensamiento de Santo Tomás que, por un

movimiento espontáneo de su espíritu, llegó a ser uno de los

principales artesanos del “renacimiento tomista” que el Magisterio

de la Iglesia, con León XIII, había deseado y promovido en

respuesta a las principales demandas de la cultura moderna y para

contrarrestar el divorcio “contre natura” entre la razón y la fe

(Encíclica ‘Aeterni Patris’, 1879). A esa vocación, por la que

soportó fatigas, incomprensiones y oposiciones, permanecería fiel

hasta el día de su muerte.

No se trataba para él de repetir fórmulas, sino, a la luz de un

pensamiento tan elevado que escapa a las vicisitudes y al desgaste

del tiempo, realizar la obra del pionero, lealmente innovadora

gracias al aporte de una contribución verdaderamente original a la

reflexión filosófica e incluso teológica, en numerosos ámbitos,

entre ellos la metafísica, la antropología, la moral, la filosofía

del arte, la epistemología, la filosofía de la naturaleza, la

filosofía política y de la historia, la filosofía de la cultura y

la pedagogía, la liturgia y la contemplación. Lo hizo, a pesar de

las circunstancias a menudo difíciles y a pesar de algunos

aspectos discutibles de su pensamiento, con un coraje y un

espíritu de justa autonomía de la razón que en él iban juntos al

amor por la Iglesia y a la docilidad al Magisterio.

Adhiriendo con toda el alma a la fe católica, Jacques Maritain

consideró la investigación filosófica como una “sabiduría de la

razón no cerrada sino abierta a la sabiduría de la gracia”

(Op.Cit., pp. 27). Apertura y capacidad de recepción que lo llevó

a la universalidad de la filosofía del ser, a esa filosofía del

actus essendi, cuyo valor trascendental es ser la vía más directa

para elevarse al conocimiento del Ser fundamental y del Acto por

el cual es Dios.

Más que ningún otro elemento, Jacques Maritain puso en evidencia

esta intuición central de la filosofía de Santo Tomás, que merece,

en este sentido, ser llamada “filosofía de la proclamación del

ser”, “himno en honor de la existencia” (Discurso ‘Angelicum')

La atención al ser, es decir, a toda la realidad, conduce a la

comprensión de la armonía dinámica de los grados del saber, a su

unión articulada en la pluralidad. En esta perspectiva se

reconcilian ciencia y sabiduría, razón y fe, filosofía y teología,

filosofía y ciencia, saber especulativo y saber práctico. Con

Maritain, la filosofía del ser pasa a ser la filosofía del

espíritu, de la persona y de la libertad.

Se puede afirmar que el sentido de la trascendencia y de la

libertad, en la filosofía política y en la filosofía de la

historia, constituyen la inspiración más alta del pensamiento de

Maritain. Observador lúcido de esas aberraciones monstruosas de

nuestro siglo que son los totalitarismos, con sus secuelas de

horrores y sufrimientos, está persuadido que una justa concepción

de la persona humana es la base necesaria de toda construcción

social y política digna del hombre.

En efecto, en esta convicción se enraízan los principales temas

desarrollados por Maritain: la primacía de lo espiritual; la

afirmación de los derechos de la persona; la verdadera naturaleza

del bien común, que mira al bien de la persona; la investigación

de los medios de acción conforme a la dignidad humana. En el

momento oportuno, destacó la necesidad del diálogo y la

cooperación en una sociedad pluralista sin renegar de los valores

trascendentales y de su verdad.

Jacques Maritain, sin hacerse ilusiones sobre las dificultades de

la tarea ni sobre la longitud de la ruta a recorrer, tenía la

convicción de que, si el humanismo de la Encarnación debe inspirar

el proceso de civilización, requerirá necesariamente de un gran

heroísmo y de valientes iniciativas por parte de los cristianos.

Muchos aspectos de este pensamiento anticipador han pasado al

ámbito común, como la participación activa de muchos en la vida

socio-política, el sentido agudo de la justicia en un mundo de

desigualdades escandalosas,la solidaridad con los pobres

y los marginados, con los pequeños de este mundo,

y la reintegración de las masas.

Él era el hombre del diálogo. Sin compromiso cuando la verdad era

cuestionada, no fue nunca partidista en la defensa de sus propias

ideas, en particular de aquellas formadoras de opinión. Bajo esta

perspectiva, lanzó un reto que merece ser acogido por todos los

que quieren ser honestos servidores de una verdad que no es la

suya, porque los trasciende. Verdad que debe descubrirse en una

búsqueda que es, al mismo tiempo, compromiso de una investigación

seria desde el punto de vista científico, y apertura a la

contribución superior de la revelación, delante de la cual es

necesario tener una actitud de fe y de amor.

En eso Maritain fue realmente un maestro.

Es también por eso que su pensamiento concuerda ejemplarmente con

el gran proyecto del Magisterio de la Iglesia para el tiempo

contemporáneo: Revivificarlo y renovarlo todo en Cristo, poniendo

la fe en contacto con la cultura y la cultura en contacto con la fe.

Castel Gandolfo, 15 de Agosto del año 1982, cuarto de mi

Pontificado.

Joannes Paulus PP. II

TRIBUTO DE JUAN PABLO II A MARITAIN

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