Antonio Caso

A continuación , seleccionamos algunos fragmentos de la obra de éste gran filosofo latinoamericano . Puntualmente nos interesa colaborar con la difusión de su pensamiento antropologico en donde toma partido de manera vehemente en considerar a la existencia humana como una verdadera vocación por la Caridad .
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ANTONIO CASO

Antonio Caso nació en México DF, el 13 de diciembre de 1883. Hizo estudios en la escuela nacional preparatoria y en la escuela nacional de jurisprudencia. Fue el primer secretario de la universidad nacional de México., al ser fundada por justo sierra y uno de los catedráticos fundadores de la escuela de altos estudios, como se llamaba la actual facultad de filosofía de la propia universidad.

Su formación se inicio con el positivismo, al que supero bajo la influencia de Boutroux y Bergson. En el, también influyeron platón, kant, Schopenhauer y William james. Estudió a los filósofos alemanes contemporáneos tales como Husserl, Scheler, Hartmann, Heidegger.

Perteneció al grupo creador del Ateneo de la Juventud , que renovó el ambiente intelectual de México, en los finales del porfirismo.

Fue catedrático de la escuela nacional de preparatoria, de la facultad de filosofía y letras, de la escuela nacional de jurisprudencia, desempeñando la dirección de los dos primeros planteles. De 1921 a 1923, fue rector de la Universidad Nacional. En 1942, el gobierno federal lo designó miembro del olegio nacional.

Entre las contribuciones de Caso, están la lucha contra el positivismo y la polémica con los enemigos de la libertad de cátedra y de la autonomía universitaria. Murió en su ciudad de origen el 6 de marzo de 1946.

Su obra abarca temas filosóficos, literarios y sociológicos, entre otros: Discursos a la nación mexicana; México y la ideología nacional; nuevos discursos a la nación mexicana; México, apuntamientos de cultura patria; el concepto de la historia universal; y el concepto de la historia y la filosofía de los valores.

LA EXISTENCIA COMO CARIDAD*

Lo que se destruye a si mismo por su propia naturaleza no puede ser fin en si. Lo que, como la vida, es esfuerzo de conquista que termina en el esfuerzo de conquista que termina en el fracaso de toda individualidad que lo intenta, lejos de poderse considerar como termino ideal, lejos de poderse erigir en fin final de la existencia, es la demostración de su propia inanidad. Conquistar, se dice: ¿para que conquistar? Triunfar del medio o del semejante ¿para que tales triunfos efímeros?

Reproducirse, crecer discontinuamente, ¿para que crecer de tal suerte, engendrando nuevos seres que, a su vez, habrá de crece y reproducirse? Morir… ¿para que tal desenlace funesto y preciso de un equilibrio móvil que al fin termina en el aniquilamiento de la individualidad?...

Se dirá: mas, si el individuo es perecedero, la especie, en cambio, no lo es; y para ella será la victoria final. Si el individualismo anarquista no implica un fin en si, por lo perecedero y efímero de la individualidad biológica, el humanitarismo, la religión de la especie, el amor a la posteridad remota y feliz, amor filial a nuestros descendientes, mejores que nosotros, son ideales y sentimientos nobles, justificables como fines en si. Consagrándose a su triunfo, haremos que la vida venza las miserias anejas a la contingencia de la individualidad; amaremos a Dios, como Comte, “en el conjunto de los seres humanos progresivos”.

Más, en primer lugar, habrá que responder, la especie no es sino una colección de individuos, nada más; la propia miseria muchas veces ávida; el propio dolor, esto sobre todos, el propio dolor y la muerte. La humanidad siempre estará formada de hombres. Por ende, el cortejo de necesidades, de funciones, de reproducciones y vicisitudes sin cuanto ni sentido, renacerá perpetuamente. ¿Por qué, entonces, si un dolor que cesa pronto es malo como dolor, y se confiesa, se cree bueno un dolor que no termina, una lamentación reiterada inmensamente, como el clamor bíblico de los trenos de jeremías o el coro monótono y terrible de una tragedia Esquilo, capaz de llenar el infinito?

Además, la humanidad no va a ninguna victoria final. El hombre es hoy tan miserable y tan grande como lo fue siempre; si sufrir es un mal, sufrir muchos males no puede ser la circunstancia atenuante…

…¿Quién podrá hablar entonces de victoria final? La especie, como el individuo, cabe en el enunciado del axioma: lo que se destruye a sí mismo, por su propia naturaleza, no puede ser fin en si. La moral no puede fundarse en la biología individual ni social; y, sin embargo, urgen fundamentarla; porque el dolor esta aquí con nosotros, y pide urgentemente alivio a la inteligencia y al corazón… ¿Cómo lo aliviaremos?...

El dolor es el egoísmo, dice el cristiano. Si se niega al egoísmo termina el dolor. Tal es la sencilla solución evangélica. Pero el cristianismo niega el dolor y el egoísmo, porque disfruta de una nueva experiencia, de una nueva intuición, de una vida nueva: la caridad, energía prepotente. No niega por negar; niega por afirmar mayor afirmación.

El artista sacrifica la economía de la vida a la objetividad de la intuición, que es innata; y el hombre de bien sacrifica el egoísmo a socorrer al semejante, y tal sacrificio es libre. Por esto decía Pascal: “Todos los cuerpos, el firmamento, las estrellas, la tierra y sus reinos, no valen lo que el amor de los espíritus; y todas sus producciones no valen el menor movimiento de caridad”.

En suma, la tabla de valores de la humanidad es esta: mientras mas se sacrifica y mas difícilmente se efectúa el sacrificio de la vida meramente animal a fines desinteresados, hasta llegar –desde la contemplación estética y las mas simples buenas acciones- a la acción heroica, se es mas noble.

si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

Estas cosas os he hablado, para que mi gozo permanezca en vosotros, y nuestro gozo sea cumplido.

Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os amé.

Nadie tiene mayor que este, que ponga su vida por sus amigos.

Vosotros sois amigos si hiciereis las cosas que yo os mando”.

El desinterés, la caridad, el sacrificio, son lo irreducible a la economía de la naturaleza. Si el mundo solo fuera voluntad, como dice Schopenhauer, seria inexplicable que la voluntad se negase a si misa en el sacrificio. El mundo es la voluntad del egoísmo y la buena voluntad, además irreducible, contradictoria con la primera. Lo que prueba, experimentalmente, que hay otro orden y otra vida, junto con el orden y la vida que rige férreamente el bárbaro imperativo de Darwin, el struggle for life. La ecuación del bien se enunciaría diciendo:

Sacrificio = maximum de esfuerzo con minimum de provecho.

El bien no es un imperativo categórico, una ley de la razón, como lo pensó Kant, sino un entusiasmo. No manda, nunca manda, inspira. No impone, no viene de fuera, brota de la conciencia intima del sentimiento que afianza sus raíces en las profundidades de la existencia espiritual. Es como la música, que subyaga y encanta; fácil, espontáneo, intimido, lo más intimo del alma. No es coacción de la razón pura ni de la vida exterior; no se induce, ni se acata; se crea. Es libertad, personalidad, divinidad. Es, en una palabra, para usar de la expresión de un ilustre pensador mexicano, “lo sobrenatural que se siente como lo más natural del mundo”.

En esto estriba que se haya de rechazar toda idea de coacción, de imperativo condicional o categórico. La esencia de todo mandamiento es presuponer dos actos de voluntad, uno que ordena y otro que acata, uno que da el decreto y otro que lo cumple. Pero la experiencia del bien es que al desdoblamiento no existe, sino como ficción representativa, como nacionalización a posteriori de un proceso espiritual único e indisoluble. No se es buen porque alguien lo quiere, sino que se es bueno porque se quiere serlo, porque se es libre de serlo, porque se es bueno; en otros términos: porque se es creador de bondad, ley y acto.

Las tres clásicas virtudes del cristianismo son de obvia aceptación. La caridad no se demuestra ni colige. Es la experiencia fundamental religiosa y moral. Consiste en salir de uno mismo, en darse a los demás, en brindarse y prodigarse sin miedo de sufrir agotamiento. Esto es en esencia lo cristiano.

Para ello hay que ser fuerte, personal, uno mismo, como diría Ibsen. El débil no puede ser cristiano, sino en la medida de su propósito de ser fuerte para ofrecerse como centro de acción caritativa.

“Parece, dice Santo Tomás, que la fuerza no es una virtud. Porque San Pablo dice (II Cor. XII, 9), que la virtud halla en la debilidad su perfección. Ahora bien, la fuerza es lo contrario de la debilidad, luego no es una virtud. –Pero resuelvo, con San Agustín, que si lo es (añade el doctor de la Iglesia ), porque el apóstol se refería a la carne y no al espíritu que soporta con fortaleza sus debilidades-. La fuerza (fortitudo) considerada como firmeza (firmitas) de alma, es una virtud general, o mas bien la condición de toda virtud”.3

El cristianismo no es una apología de la debilidad, como lo creen algunos contemporáneos, sino de la fuerza más pura, de la energía que se opone al mal, sin usar de sus medios para vencerlo. Virtud débil es una contradicción patente. El cristiano es el fuerte: el apóstol, el héroe, el asceta, el mártir. Tiene la virtud que ha realizado las mayores hazañas de la historia.

Cuando se trata de la caridad, se piensa generalmente en el alivio que recibe el débil por la acción del caritativo; mas no en la explosión de fuera que implica el sentimiento de caridad, al vencer las resistencias del egoísmo y brotar del alma del fuerte. La caridad es indisolublemente fuerza y bondad, fuerza porque es bondad y bondad porque es fuerza; porque es virtud, no conforme al estilo del Renacimiento (virtud), como decía Nietzsche; ni a la griega, ni a la oriental, ni a la romana; sino virtud a secas, sin forma histórica demasiado humana. Virtud eterna, única, divina, sin gazmoñería, sceleratezza, ni sexo ni estilo. ¡Caridad simplemente, solo caridad!

En el universo como economía, cada ser viviente es un punto de acción centrípeta. En el universo como caridad, cada ser moral es un punto de acción centrifuga.

El superhombre de Nietzsche, concebido en toda su magnitud de sacrificio, en todo su deseo de elevación de la vida, tiene, lo que de noble tiene el cristiano. Ese anhelo hacia la otra orilla, es cristianismo increíblemente unido a cierto fin biológico, a cierto no contentamiento, sino más poder, que es un vil interés económico de bestia feroz y pujante.

Nietzsche, Guyau, Stirner, son tipos de enfermos, de débiles enamorados de la vida, de la fuerza. Tuvieron el bovarismo de la energía y de la acción. Como eran débiles, ansiaban vehemente no serlo; y sus sistemas de moral nacieron de este profundo contraste de su vida animal con su ideal biológico. Un convaleciente asiste, en el curso de su mal crónico, a constantes alternativas de salud y enfermedad, experimenta en si mismo casi regularmente, la rítmica afluencia y el abandono de la vida. De esta experiencia broto la concepción exaltada que hizo la apoteosis de la conquista, del desbordamiento vital, del único y su propiedad, del no contentamiento sino más poder; de la moral sin obligación ni sanción. Moral de enfermos enamorados de la salud que no poseen, que no han poseído nunca que jamás poseerán. Moral de débiles sin fuerza espiritual capaz de ofrecerse sin tasa. Nietzsche y Guyau habrían respondido quizás, como Saint Beuve, a quien hubiera osado preguntarles: -¿Qué habríais querido ser? –“Capitán de húsares”. Pero la caridad cristiana es más fuerte. No admite señuelos ni bovarismos humanos. Es un fin en si misma. El caritativo no puede querer ser fuerte ni feliz, porque ya lo es mejor que otro ninguno. Pensar en la propia fuerza es indigno de quien es sobrenaturalmente fuerte como Parsifal o Lohengrin. Solo quieren más poder los débiles sin ingenuidad, sin caridad, sin humildad; los moralistas del exterminio y la convalecencia.

Además, tanto Nietzsche como Stirner, poseyeron la facultad paralizadora del análisis.

El análisis es una de las operaciones fundamentales de la inteligencia; pero puede tener también acción disolvente. El que sistemáticamente cultiva su estado interior, puede llegar a la insensibilidad de la vida exterior; a la absurda y pecaminosa adoración de si mismo; a la egolatría nietzscheana; o da en el escepticismo de Renan, en la fácil e inútil disculpa de toda actitud moral y aun de toda maldad. El guante de finísima cabritilal de las ideologías apasionadas de Nietzsche y Renan, encubre la parálisis de la acción; pero la magna colaboración del hombre con Dios estriba en la actividad y el esfuerzo, en el movimiento que impide la putrefacción y el heroísmo que duplica la existencia habitual con la existencia moral pura, al expresar cada alma por completo como un mundo nuevo, como una nueva creación, dejándola intacta, humilde y serena.

El débil que no quiere ser dadivoso; el que, victima de la pereza ni siquiera es el mismo, no podrá ser heroico; y el cristianismo como el arte tiene inspiraciones heroicas; porque así como las equivocaciones, las obras deficientes o frustráneas no cuentan en la historia de las artes, así tampoco las vacilaciones morales, los compromisos con el egoísmo, cuentan en la biografía moral de un cristiano.

Quien no tiene voluntad de caridad, no vive según la doctrina de Cristo. ¿Cómo podría vivir según sus enseñanzas, si Jesús fue siempre acción, nunca pereza; siempre heroísmo, nunca transacción ni avenimiento con el mal?

El pensador español Diego Ruiz, en su Jesús como voluntad, ha explicado con toda propiedad como la humildad cristiana, lejos de ser atributo de débiles, es prenda de caritativos, de fuertes, de heroicos. Dice: “Veo bien que no hay termino medio entre esos dos movimientos primarios que se llaman orgullo y humildad; pero concibo un estado tal, en que el orgullo, como se purifica, transformase integro en la obra, de la que es hijo, como se dice precisamente en hebreo.

“Así interpreto aquella virtud esencialmente cristiana de la humildad que se concilia en Cristo con la repetida confesión de ser Hijo del Padre y de haber descendido para salvarnos.

“Cada vez que un hombre sale fuera de si y pone todo su orgullo en la obra, hasta poderse sentir y llamar hijo de ella, digo que ese hombre es cristiano y no reconozco de momento otra explicación superior a la de la humildad”.

La humildad es el reverso de la medalla cristiana de la caridad y el heroísmo. ¿Cómo podría no ser humilde quien solo tiene conciencia de si propio, en la medida de su colaboración con la obra del bien? ¿Como el que se brindo a los demás hasta aniquilarse, va a tener orgullo? ¿Por que lo tendría? ¿De que lo tendría? Si fuera orgulloso, señal seria su sentimiento de que algo reservaba para si, de que algo espiritual habría permanecido inactivo, perezoso e inerte. No habría sido cristiano, en lo que no dio a la acción libertadora.

Goethe, en una de sus breves y profundas poesías líricas, declara que, al considerar las grandes obras de arte, se da cuenta de lo que los grandes obras de arte, se da cuenta de lo que los grandes maestros han hecho; y, al contemplar sus propios bocetos artísticos, piensa en lo que debería el mismo haber realizado. La humildad del gran poeta de los tiempos modernos, es simbólica. La obra humana es, muchas veces, menos perfecta de lo que habría podido ser. En general, puede decirse que la base suprema de la educación es esta: hacer que el hombre rinda su mayor esfuerzo, que se gaste y que me en acción, en obra. Así será, mientras más grande, más humilde; y no morirá sin haberse expresado por completo, con el espíritu inactivo hinchado de vanidad y de soberbia.

La caridad es un hecho como la lucha. No se demuestra, se practica, se hace como la vida. Es otra vida. No tendréis nunca la intuición del orden que se opone a la vida biológica, no entenderéis la existencia en su profunda riqueza, la mutilareis sin remedio si no sois caritativos. Hay que vivir las intuiciones fundamentales. El que no se sacrifica no entiende el mundo total ni es posible explicárselo, como no es posible explicar lo que sea el sonido a un sordo o a un ciego de nacimiento de luz. No hay óptica para ciegos ni acústica para sordos, ni moral ni religión para los egoístas. Por eso veis que las niega. Pero, así como el sordo no arguye contra la música, ni el ciego contra la pintura, el malo no arguye contra la caridad, incomparable obra de arte. Hay que tener todos los datos, que ser hombre en su integridad; ni ángel ni bestia; para abarcar la existencia como economía y como caridad, como interés y como sacrificio.

La fe es la comprobación de que, al lado del mundo regido por la ley natural de la vida, esta el mundo regido por la ley sobrenatural del amor. “La naturaleza, dice la Imitación , es codiciosa y de mejor gana que toma que da, et libentius accipit quam donat; ama las cosas propias y particulares.

“Mas la gracia es piadosa y común para todos, desdeña la singularidad, contentase con lo poco, tiene por mayor felicidad el dar que el recibir, beatius dare judicat, quam accipere”.4

El bien es un contrasentido ante la vida. Para el creyente, la vida es un dolor que hay que el creyente, la vida es un dolor que hay que socorrer, que es imprescindible, socorrer. La vida siempre quiere y el bien siempre da. Creer es consecuencia directa de obrar el bien. Si no sois caritativos no seréis creyentes.

Solo la fe salva, dice el Reformador. No es cierto: “Así también la fe, si no tuviere obras es muerta por si misma”.

“Mas alguno dirá: Tu tienes fe y yo tengo obras: muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostrare mi fe por mis obras.

“Tu crees que Dios es uno; haces bien: también los demonios lo creen y tiemblan. “¿Mas, oh hombre vano, quieres saber que la fe sin las obras es muerta? “¿No ves que la fe obro con sus obras y que por sus obras la fe fue perfecta? “Porque como el cuerpo sin espíritu esta muerto, así la fe sin las obras es muerta”5

La fe es imposible sin la caridad, como la luz es imposible sin el sol, como el corolario es imposible sin el axioma. Por que el corolario es, en cierto modo, el axioma, pero el axioma subsiste por si mismo; y el sol es en cierta forma, la luz, pero el sol, es el foco y la luz es el destello. Aunque en verdad se diría que todo es lo mismo, en suma, porque la fe es inmediata, concomitante de la caridad. Las obras buenas son la fe misma al reflejarse en la conciencia de quien las practica:

“Y si tuviese el don de profecías, y entendiese todos los misterios, y toda la ciencia; y si tuviese toda la fe de manera que pudiere traspasar las montañas y no tuviese caridad, nada soy.

“Y si repartiese toda mi hacienda para dar de comer a pobres; y si entregase mí cuerpo para ser quemado y no tuviese caridad, de nada me sirve”.6

La fe concebida como existente con anterioridad a toda experiencia, es absurda. Se cree porque se vive sobrenaturalmente. Tertuliano decía: credo quia absurdum; pero, por mas que se pretenda identificar ambos términos, la fe difiere radicalmente del absurdo. Es absurdo lo que repugna a la evidencia, lo contrario de lo evidente y la fe es la mayor evidencia, la experiencia de bien. Creer es obrar, es ver, es vivir. Sin la vida sobrenatural (el cato bueno) no hay fe ni esperanza.

Todo hecho y orden verdaderamente nuevos son increíbles para la razón pura, que tiende a reducir todo a uno, toda experiencia a una sola experiencia. Si se obra bien se cree en el bien, como si se experimenta se cree en la experiencia. Quien pone la fe antes de la caridad procede como el que pusiera la razón antes de la acción. La razón puede equivocarse; se equivoca constantemente. Pero la vida y el bien no se equivocan nunca; son.

Los teólogos que se conforman con declarar que la fe es absurda, deberían haber declarado absurda, mas bien, sus propios métodos, que ponen a la fe sobre la caridad; que hacen subrepticiamente, de la razón un absoluto, el cual a su vez, hace del mundo un incognoscible. Son como los racionalistas, sus enemigos irreconciliables, supersticiosos de racionalismo. Kant hizo de la razón un absoluto, y el mundo se le volvió una cosa en si impenetrable. Los teólogos hacen de la fe algo anterior a toda experiencia, algo que se basta a si mismo, un absoluto también, y la religión viene por tierra, junto con el orden sobrenatural. Sin buenas acciones no hay Dios.

"Si alguno dice: yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, al cual ha visto ¿como puede amar a Dios, que no ha visto?"7

La gloria eterna de Kant estribará en haber basado en la existencia del bien, la existencia de Dios y del alma humana libre. Pero el bien no es un mandamiento, una razón categórica, sino un entusiasmo.

La moral es la realización del bien, no la sumisión a una ley, no el acatamiento de un mandamiento. Si el bien no fuere inspiración, entusiasmo, no seria bueno el que obra el bien, sino esclavo del bien, súbdito del bien; y los esclavos, los sometidos, los heteronomos, son débiles, pequeños, impersonales, malos. Solo es bueno el que hace el bien. Solo es libre el que alcanza la personalidad incoercible de dar; de dar porque es fuerte para dar por encima de todas las causas, leyes y condiciones negativas de su acción. La vida dice: no des lo tuyo. La razón dice: darlo es imbécil. El bien dice: da lo que te pide tu egoísmo, porque tu razón no descubre tu verdadero ser profundo, tu real personalidad autónoma, emancipada de la vida biológica. Si niegas tu yo extrínseco hallaras tu yo trascendental. Sacrifícate, porque así te conservaras eternamente. Solo de esta suerte nada habrá por encima de ti. Tu egoísmo es un fardo. Si lo das todo, todo lo tendrás. Si algo conservas, serás esclavo de otra ley. Solamente el que no tiene propiedad se posee a si mismo. La existencia

Como caridad es la plenitud de la existencia. Ninguna ley rige a la abnegación. El sacrificio es la victoria.

Y, como remate de virtud, la esperanza, la sagesse del cristiano, más grande que la sabiduria socrática, la más filosófica y amable de todas las virtudes.

El astrónomo cree en el retorno de los astros por esta sola razón: que antes de hoy retornaron; Y espera que así retornaran constantemente. El creyente cree en la perennidad del bien, en que el bien retomara siempre, por la misma razón; porque antes se cometieron buenas acciones y se cometen hoy y mañana y siempre. No hay desorden en el mundo, sino diversos órdenes, como diría Bergson. El sacrificio será un desorden de la vida, que es economía pura. La vida seria un desorden de la caridad. Pero el hecho es que, al postulado de la uniformidad de la naturaleza debe agregarse el postulado de uniformidad de la caridad; y la esperanza es una inducción como las inducciones de las ciencias; por un lado el mundo y sus leyes; por el otro, la Providencia y su acción.

El que espera sabe que hoy, mañana y siempre los hombres se sacrificaran para evitar el dolor de sus semejantes; sabe que siempre se cometerán buenas acciones; sabe que siempre se prodigaran los espíritus fuera de si mismos, que todo valor moral se conservara indeficientemente en la tabla de diamante de Dios. ¿Como no habría de esperarlo, si El mismo tiene conciencia de su capacidad para obrar el bien en la medida que lo realiza? "La caridad, dice San Pablo8, nunca se acaba; aunque las profecías se han de acabar y cesar las lenguas y desaparecer las ciencias". Y el Crisóstomo comenta en su bella homilía De Perfecta Charitate: "No son solas las palabras, sino los hechos, los que enseñan la caridad". Hay, pues, una ley única del mundo moral, el amor; no el amor biológico, profundamente interesado; amor que, en suma, es hambre; economía de la especie, sino del individuo. No amor a lo próximo, sino al prójimo, a lo lejano, como diría Nietzsche. No amor a la carne por el deleite, ni al otro sexo ni a la prole. Y, en todo rigor, no hay preceptos del amor como enseña Stirner, se ama porque el amor es sobrenatural, porque el hombre es sobrenatural. En este sentido hablo Jesús: "¿Quien es mi madre, y quienes son mis hermanos?" "Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: "He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hiciera la voluntad de mi Padre, que esta en los cielos, ese es mi hermano, y hermana y madre"9 Ama et fac quod vis. El entusiasmo, el amor, la proyección fuera de si misma, la caridad cristiana, han de ser puros, según lo interpreto Tolstoi; han de ser libres de toda violencia, sin transacciones con la vida. Nada hay mas castizamente cristiano, que estos párrafos: "Lo que llaman amor los hombres que no comprenden la existencia, consiste en el predominio de ciertas condiciones de su bienestar personal sobre cualesquiera otras. Si el hombre que no comprende la vida dice que ama a su mujer, a sus hijos, a sus amigos, lo único que con ello dice, es que la presencia en su vida de su mujer, de sus hijos y de sus amigos aumenta su bienestar personal.

El verdadero amor esta en la renuncia del bienestar personal. 10

Consiste en un estado de benevolencia para todos los hombres, tal como el que suele ser propio de los niños, y el cual solo aparece en los hombres adultos por la abnegación de si mismos.

Que hombre viviente no conoce, aun cuando solo la haya sentido una vez, y esto durante su mas temprana infancia; que hombre no ha experimentado el dichoso sentimiento de la emoción, cuando uno quiere amarlo todo, al vecino, al padre, a la madre, a los hermanos, a los hombres malos, a los enemigos, al perro, al caballo, a la hierba; cuando quiere que todo vaya bien, que todo sea feliz; todavía mas, cuando quisiera hallarse en situación de hacer feliz a todo el mundo; cuando desearía sacrificarse a si mismo, entregar su propia vida para que todo estuviera bien, rebosando alegría. Esto, justamente, y solo esto, es lo que constituye el amor en que consiste la vida humana".

Tal es el sentimiento franciscano de la existencia; y el Santo de Asis, el cristianizador de la naturaleza entera y no solo de la humanidad; el arquetipo de la felicidad del cristiano. De este modo el orden sobrenatural cae sobre el biológico y lo inunda en su ímpetu divino.11

No resistas al mal, significa; no hagas jamás resistencia al malvado; es decir: no hagas nunca violencia a otro, o sea: no cometas jamás acto alguno que contradiga el amor. El amor cristiano no veda la lucha contra el mal, lo único que prohíbe es la lucha violenta contra este".

Toda fuerza se determina por su resistencia. Una fuerza sin resistencia es una fuerza sin fuerza. Lester Ward ha demostrado como todo aquello a que se resiste, organizase internamente. La ley universal del movimiento, que produce la organización, es la synergia. El cristianismo, al aconsejar que no se resista al mal con el mal, trata de impedir su organizaci6n interna, su synergia. Se propone, con cordura, vencerlo sin robustecerlo previamente, sin antes enconarlo, armándolo con mejores armas. Y su táctica debería practicarse una vez, siquiera, en la historia, ya que se llevan gastados luengos siglos de resistirlo sin éxito por la fuerza; y el mal, mas fue11e cada vez, mas synergico, parece desafiar todo empeño de derrotarlo por la violencia.

Un explosivo que, arrojado sobre la roca viva de enorme resistencia, deshace la montaña, al caer sobre materia blanda, a pesar de su fuerza destructora, no causa estragos. Por esto cabe decir que la fuerza destructora depende de la resistencia opuesta a la destrucci6n. Pero. ¿Quien será capaz de persuadir, cristianamente, con suavidad y mansedumbre hoy que todo el mundo combate con el encamizamiento mas satánico de la historia?...

Signo de contradicción se llamo a Jesús. Nada más verdadero. Jesús es la contradicci6n de la vida animal, la afirmaci6n de otra vida de desinterés y caridad; por eso no cesa el cristiano de verse combatido en su acción. La corriente vital lo combate; pero así como la vida animal es una victoria violenta sobre el mundo, la calidad es otra victoria sobre la vida, victoria mística, que triunfa aliviando, dando paz y no guerra, amor y no botín, beatitud y no saciedad.

Signo de contradicci6n. Si, esto es Jesús. La primera representación grafica del Cristo que aparece en la historia es una blasfemia. Jesús esta simbolizado en el grabado descubierto al pie del ángulo occidental del Palatino, por un hombre crucificado con cabeza de asno. ¡Signo de contradicción! Lo negaran los siglos venideros, lo han negado todos los siglos de la historia; pero El es la otra vida, la experiencia del bien, tan real como la primera. ¡Profunda verdad eterna! Jesús será signa de contradicci6n, en tanto que la vida misma se afirme como interés y como caridad; en tanto que no se expulse de la existencia universal la contradicción, la duplicidad que la hace mover, cambiar, llegar a ser: "Entonces os entregaran para ser afligidos; y os mataran y seréis aborrecidos de todas naciones por causa de mi nombre" .12

La doctrina de Tolstoi es la enunciación sistemática de los versículos finales del capitulo y del Evangelio, según San Mateo:

Oísteis que fue dicho a los antiguos: Ojo por ojo y diente por diente.

Mas yo os digo: que no resistáis al mal: antes a cualquiera que te hiriere en tu mejilla derecha vuélvele también la otra.

Oísteis que fue dicho: Amaras a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, pues, os digo: Amad a nuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen. Haced bien a los que os aborrecen y orad por los que os calumnian y os persiguen.

Para que seáis hijos de vuestro Padre que esta en los cielos: que hace que su sol salga sobre malos y buenos y llueva sobre justos o injustos. ]

Porque si amareis a los que os aman, ¿que galardón tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?

Y si saludareis a nuestros hermanos solamente ¿que haréis de mas? ¿No hacen también así los publicanos?

Sed, pues, vosotros, perfectos, como vuestro Padre que esta en los cielos es perfecto".

Sed perfectos, es decir: sed activos, caritativos. Perfecto significa acabado de hacer, cumplido, realizado. Significa todo in actu, nada inpotentia. Dios, según Aristóteles y Santo Tomas, es acto puro.

Sed como El, enseña el versículo. Sed acto puro; perfecto en el cumplimiento de vuestros fines, dentro de vuestra perfecci6n limitada. No os quedéis con algo virtual. Vivid en vuestras obras. Proyectaos en acción caritativa constante, como vuestro Padre que esta en los cielos es perfecto y trabaja todavía, según dijo Jesús. Esta interpretación se deduce de la misma expresión de San Mateo: "Sed perfectos”..., como si dijera: sed amantes sin cortapisa, sin termino, sin tasa. Realizaos como abnegaci6n.

Lector: lo que aquí se dice es solo filosofía, y la filosofía es un interés de conocimiento. La caridad es acci6n. Ve y comete actos de caridad. Entonces, además de sabio, serás santo. La filosofía es imposible sin la caridad; pero la caridad es perfectamente posible sin la filosofía, porque la primera es una idea, un pensamiento, y la segunda una experiencia, una acción. Tu siglo es egoísta y perverso. Ama, sin embargo, a los hombres de tu siglo que parecen no saber ya amar. Que solo obran por hambre y por codicia. El que no lo hace no lo sabrá nunca. Todas las filosofías de los hombres de ciencia no valen nada ante la acci6n desinteresada de un hombre de bien. + CASO, A. Antología filosófica, México: Ediciones de la Universidad Nacional Autónoma, 1957, p.p. 58-79. 1 FRONDIZI, R., y GRACIA, J. J. El hombre y sus valores en la filosofía latinoamericana del siglo XX. México: Fondo de Cultura Económica, 1981. pp. 69-70. 2 San Juan, XV, 8-14. 3 Suma teológica , Cuestión CX, XIII. 4 Lib. III, Cap. LIV. 5 Santiago, 11, 17, 20,22 y 26 6 I Corintios, XIII, 2 y 3 7 I Juan, IV, 20. 8 Corintios , XIII, 8. 9 San Mateo. XII, 48,49 Y 50. 10 Como ilustración de este sentimiento de renunciación, de sacrifico, a que se refiere Tolstoi, he aquí las palabras que encabezan el testamento de un héroe, el capitán Carlo Cameroni, muerto en el campo de batalla, en las trincheras de Oppacchiasella, en uno de los episodios de la anterior guerra europea: "Patria mía. ti ho amata con humiltá dal profondo del mio cuore e sono ergoglioso di dartene pro va morendo per te. L'amore senza il sacrificio e una vanita vile ed infeconda...," (Número del 21 de octubre de 1916, del semanario” La Voz de Italia", que se publica en la ciudad de México).

11 "El libro de la Imitación es el cuadra de la vida del claustro en lo que tiene de mas puro. "Mas ¿es por ventura cristiana esta abstención sistemática?" No, respondió San Francisco. El quiso, a su vez, obrar como Jesús, y se puede decir que su vida es una imitación de Cristo singularmente más verdadera que la de Tomas de Kempis. "Jesús fue al desierto, pero solo para hallar en la comunión con su Padre Celestial la inspiración y fuerzas necesarias para continuar la lucha contra el mal. Lejos de huir de las muchedumbres, iba a ellas para ilustrarlas, consolarlas y convertirlas”. "He aquí lo que San Francisco quiso imitar. Varias veces obr6se en ella seducci6n de la vida puramente contemplativa; pero siempre su genio Le advirtió que en ella se disimulaba el egoísmo; que no es posible, en verdad, salvarse a si mismo, sino salvando a los demás" Vida de San Francisco.- Introducción, pag. XIII, por Paul Sabatier.

Jesús, a diferencia, principalmente de Budha y otros fundadores orientales, preparo el mundo sobrenatural desde aquí. Esta es su gloria eterna; haber probado con el ejemplo y consagrado en el martirio la lucha terrena y sobrenatural contra el egoísmo. Es decir, la demostración de que la inmortalidad del bueno principia en el mundo, antes de la muerte.

Fuente:

  • CASO, A. Antología filosófica, México: Ediciones de la Universidad Nacional Autónoma, 1957