Humanismo Pedagogico

En este artìculo , nos proponemos reflexionar alrededor de un gran interrogante ¿ Los docentes subestimamos nuestro rol antropologico ? . el intento por responder al mismo , seguramente, redundarà en la mejora de nuestra praxis .
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''El proceso de enseñanza y aprendizaje como una relación humana

''Por Marcelo E Albornoz (*)

En este breve articulo, nos proponemos reflexionar alrededor de un gran interrogante que siempre está latente en nuestro quehacer profesional. Puntualmente nos preguntamos ¿ los docentes subestimamos nuestro rol antropológico?. La respuesta no es ni fácil ni única, entre otras cosas, por la singularidad de nuestra tarea; las particularidades e idiosincrasias de las distintas instituciones en donde nos desempeñamos, las nuevas tendencias pedagógicas y también, por nuestras propias circunstancias y limitaciones.

A priori, la única certeza que tenemos es que en estas temáticas no existen las respuestas terminantes y todos los planteos que nos podamos hacer redundarán en cuestionamientos que indefectiblemente optimizarán nuestras prácticas.

Partimos de la premisa que considera, en principio, que nuestros alumnos son singulares y producto de nuestra sociedad y en este contexto, al aprendizaje como un proceso complejo y multifacético, impregnado de diversos aspectos de los cuales el que está referido a su dimensión axiológica no es menor. En todo caso, es igual de importante como los referidos a lo epistemológico y lo procedimental.

Aclarada la cuestión, consideramos pertinente abordar, aunque sea someramente, algunos conceptos antropológicos que nos permitan ilustrar lo que sostenemos. En este sentido, la categoría de sujeto como persona es el estadio más elevado al que se puede acceder luego de soslayar con éxito la individualidad. Consideramos que el hombre pasa de individuo a persona cuando se reconoce como algo complejo y no sólo como un ente de constitución biológica, ya que el hombre es el único ser que reconoce su propia existencia, por lo tanto puede crear y recrear valores que orienten sus acciones hacia ella. En definitiva, el término persona es mucho más abarcador, incluyente y representativo de lo humano que el de individuo, porque implica, entre otras cosas, la idea de un yo que es la conciencia de sí mismo y de los demás.

Está prácticamente fuera de discusión considerar a la persona como un “ser” que es producto de una construcción ínter vincular, en donde nosotros nos vamos conociendo y relacionando con los “otros”. Esos “otros” son los que cuando nacemos nos encauzan y sumergen en un mundo simbólico con determinadas pautas culturales que fueron construyendo desde siempre, para que a partir de ellas, entendamos, interpretemos y hasta modifiquemos la realidad que nos toca vivir y que en definitiva nos termina identificando, es decir: “El individuo sólo puede ser entendido como parte de la sociedad a la cual pertenece y que esa sociedad sólo puede ser comprendida sobre la base de las interrelaciones de los individuos que la constituyen”

Este tema, el de la inter subjetividad y de cómo voy construyendo mi personalidad en interacción con los otros junto a la cultura de mi época, no es novedoso, por el contrario, está presente en las ciencias sociales desde los clásicos griegos y su concepción de hombre como “zoon politikon”.

Para los que nos desempeñamos en el ámbito educativo, este tópico no nos puede ser indiferente ¿ por qué lo sostenemos? porque la actividad pedagógica es y debe seguir siendo una actividad netamente humana dirigida a la concientización y obtención de justicia, porque los docentes somos y tenemos que seguir siendo intelectuales críticos de nuestra sociedad, porque sólo nuestra dimensión humana impedirá que nos enajenemos y con esa actitud seamos, aunque de manera involuntaria, funcionales a los intereses políticos, económicos y sociales minoritarios e impopulares. Asimismo y más contemporáneamente, desde la filosofía humanista, se sostiene que el hombre necesita hacer y construir su existencia en compañía de sus pares. Más precisamente, desde la antropología cultural se procura identificar la”esencia” que nos distingue y que nos caracteriza como seres complejos, multidimensionales, espirituales, racionales, impulsivos, misteriosos e impredecibles. Las características humanas podrían ser muchas más, pero sería inabarcable y hasta improcedente tratar de contemplarlas a todas, es más, la selección no fue azarosa, por el contrario, pretende explicitar el mayor pluralismo filosófico. Por otro lado, desde lo pedagógico, Jean Piaget también condicionó la eficacia del desarrollo cognoscitivo y graduado a una ineludible relación social. En este sentido, el docente se posiciona en el proceso de interrelación pedagógica, como orientador, proveyendo al alumno de situaciones conflictivas que estimulen el proceso de resolución de los mismos y por ende su aprendizaje.

O Vigotsky y su concepto de zona de desarrollo próxima como producto de la optimización del rendimiento escolar resultante de la interacción docente- alumno. La zona de desarrollo próximo, afirma el autor, es la distancia entre el nivel real de desarrollo del estudiante, determinado por la capacidad de resolver independientemente un problema y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con “otro”.

En este mismo sentido, la pedagogía latinoamericana con uno de sus máximos exponentes, cuestionó severamente a la concepción tradicional de la educación, por la cual, se cosificaba al alumno relegándolo absolutamente de la relación de aprendizaje sosteniéndose: “Una concepción tal de la educación hace del educando un sujeto pasivo y de adaptación”(...) “Nadie educa a nadie”(...) “Tampoco nadie se educa solo”(...) “Los hombres se educan entre sí mediatizados por el mundo”(...)”Exigiendo una permanente postura reflexiva, crítica y transformadora.”

Tampoco nos pueden ser indiferentes los conceptos psicológicos de interaccionismo simbólico y del “otro” significativo, entendiéndolo, por lo menos, como la sensibilidad que todos experimentamos ante las opiniones de los demás. No sólo actuamos de acuerdo a nuestros intereses, sino que además, ponderamos las expectativas del “otro” (docente, etc) y procuramos obtener su aprobación . Esta situación se da comúnmente cuando dialogamos con nuestros alumnos, por eso no los podemos subestimar. Esta actitud indefectiblemente se erige en reflexiva, porque estimulamos con ella no sólo la “aprehensión” de los conocimientos específicos a cada área y materia sino y por sobre todas las cosas, porque también promovemos con ella la discusión sobre su pertinencia y conveniencia. Sin ese espacio, el del diálogo educativo, la relación pedagógica se torna autoritaria y verticalista. Fortalecemos así, la dimensión ética y ciudadana que todo conocimiento debe tener. En definitiva, los diálogos educativos nos permiten darle sentido a nuestras enseñanzas, porque sólo dialogamos con quienes consideramos interlocutores válidos. Este hecho no es menor, por el contrario, es toda una declaración pedagógica y didáctica que pone en el centro de la escena al sujeto alumno. Recordemos que la cultura es una construcción social y que en ella, nuestros alumnos siempre tienen algo que decir y aportar. Si bien los diálogos educativos son uno de los recursos para llevar adelante nuestra tarea, tampoco debemos perder de vista que la vigencia de su pertinencia sola se mantendrá en la medida en que los contemplemos en nuestros diseños áulicos.

Por último, y no menos importante, es considerar al “otro”, mi alumno, como a mi prójimo-próximo.

En todo caso, este último juicio, más metafísico teológico que filosófico, también nos emparenta y nos ubica en un plano relacional simétrico en donde el diálogo se nos presenta como un imperativo.

Por lo precedente, que aún sigamos poniendo en duda la importancia del aspecto humano en la relación educativa es por lo menos inapropiado. Que el profesionalismo docente no se desarrolle en desmedro de nuestra humana profesionalidad. Y como sostiene el single de Jorge Drexel”: Cada uno da lo que recibe, Luego recibe lo que da, Nada es más simple, No hay otra norma, Nada se pierde, Todo se transforma, Todo se transforma...” En definitiva, como en tantas otras cosas sólo se trata de ser más humanos.

Bibliografía Consultada

Freire Paulo, “La educación como práctica de la libertad”, Buenos Aires, Siglo veintiuno editores, 1985

Boas F, Kroeber A. L. y Lowie R.,” Antropología Cultural”, en el estudio preliminar y selección de textos de, J.M. Renold. Buenos Aires CEAL 1993.

Peresson, Mario L. Evangelizar Educando desde las áreas del currículo, E.D.B., Bs. As., 2005

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